La expresidenta Michelle Bachelet,
a bordo de un coche bautizado comobachemóvil,
en alusión al vehículo que traslada al Papa, realiza un recorrido de dos horas
el miércoles 13 de noviembre por dos comunas populares del norte de Santiago de
Chile, Renca y Conchalí. Le sigue una caravana de unos cien vehículos con
partidarios y está resguardada por un amplio dispositivo de seguridad, que
incluye camionetas de Carabineros y guardias vestidos de civil. El tráfico de
las calles se detiene por el paso de la aspirante, que va saludando desde su
vehículo a la gente que sale de sus casas.

Consciente
de que parte como favorita en las encuestas, en
estos ocho meses de campaña ha
evitado las confrontaciones con los otros ocho candidatos y ha intentado que la
fotografía electoral se mantenga impermeable. Bachelet no improvisa en sus
salidas al terreno: la pediatra, de 62 años, tiene un 47% de respaldo, lejos
del 14% de la abanderada de la
derecha, Evelyn Matthei, por lo que está a un paso de convertirse esta noche en
presidenta electa sin necesidad de una segunda vuelta. La organización de su
campaña no arriesga y delata un formato profesionalizado, a diferencia de sus
puestas en escena de 2005, cuando por primera vez compitió para llegar a La
Moneda.
Separada,
agnóstica, militante socialista desde los 19 años y madre de tres hijos,
Bachelet durante esta jornada de campaña no habla con la prensa ni aborda la
coyuntura política marcada por una noticia sensible en este país sudamericano:
la detención de dos chilenos en España por la instalación de artefactos
explosivos en Zaragoza. Los dirigentes de los partidos de centroizquierda se
quejan en privado que pocos tienen acceso a Bachelet, que confía en un estrecho
círculo de colaboradores que se vanaglorian de trabajar con suma discreción. La
llaman la jefa.
La
expresidenta tiene nexos con diferentes sectores, que saben que las
conversaciones no se pueden ventilar. En 2006, como presidenta electa, utilizó
una frase que ilustra la importancia que le concede a la reserva: el que se
mueve, no sale en la foto. El hermetismo parece todavía mayor a medida que ha
crecido su poder electoral y se ha convertido en el único pasaporte de una coalición
desgastada para volver al
Gobierno.
Bachelet
ha apostado por proyectar una imagen de líder internaciona lcomo exdirectora de
ONU Mujeres. Entre septiembre de 2010 y marzo de 2013, cuando regresó para
volver a postularse, se fue a vivir a Nueva York y guardó silencio sobre la
coyuntura nacional. En esos dos años, donde incluso sus visitas a Chile se
mantenían en secreto, la socialista se convenció de que el malestar y las
protestas de 2011 mostraban el cierre definitivo de un ciclo político, lo que
suele repetir en su campaña. Entre 1990 y 2010, los Gobiernos de
centroizquierda se centraron en la superación de la pobreza y ahora, concluyó
Bachelet, resulta indispensable centrarse en combatir las desigualdades.
La
pediatra socialista se convenció de que el nuevo escenario social y la crisis
de representatividad de la política implicaba que cualquier agenda de campaña y
de Gobierno debía hacerse cargo
de las reformas estructurales que
ni ella ni sus antecesores realizaron en los primeros veinte años de
democracia. En su círculo señalan que el programa de Gobierno que Bachelet
presentó hace menos de un mes está inspirado en los modelos de desarrollo de
los países nórdicos, que la expresidenta conoció de cerca desde Naciones
Unidas: economías de mercado con protección social y Estados fuertes.
El
discurso de Bachelet en campaña es simple, evita las complejidades políticas, y
apela a la emotividad de los electores, como mostró el miércoles en Renca y
Conchalí: Chiquillos, chiquillas. Lo primero de todo es ganar en primera
vuelta, decía. De acuerdo con sus asesores, la expresidenta está cansada por
la campaña. Su agenda de este domingo contempla votar a las nueve y media de la
mañana en un colegio de la comuna de La Reina, en la zona oriente de Santiago,
y pasar gran parte del día con su familia. Su madre Ángela Jeria, de 87 años,
la acompañará en el hotel San Francisco del centro de la capital, donde llegará
por la tarde. De ella heredó su posición política, el progresismo y la
izquierda, así como su marcado interés por los derechos de las mujeres.
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